Messi sigue brillando: exhibió el Balón de Oro y metió tres golazos

Una semana más en la vida de Lionel Messi. O ni siquiera una semana, mejor dicho. Fueron seis días los que pasaron entre la comba perfecta que partió de su zurda para meterse en el rincón del arco del Atlético de Madrid, romper el cero y aferrarse a los tres puntos hasta el partido contra Mallorca en el Camp Nou donde otra vez encaró paralelo al área, de derecha al centro y otra vez hamacó el cuerpo para clavarla al ángulo. Y otra vez metió tres goles. Y nuevamente se llevó una pelota a su casa.

En el medio de esos seis días, valga detalle, el crack argentino viajó a París y levantó sus sexto Balón de Oro, ése que lo deja sólo en lo más alto de las conquistas al premio al mejor jugador del mundo. Un guiño perfecto del fútbol, un reconocimiento a su vigencia al que el propio Messi se encarga de enmarcar con golazos.

En ese ritmo, en esa naturalización de lo extraordinario, la Pulga salió a la cancha con sus tres hijos. Thiago hizo fuerza y levantó el trofeo, Mateo sonrío para las cámaras, esta vez sin hacer travesuras, y Ciro, que da sus primeros pasos, sólo quería volver a los brazos de Antonela que fue rápido a su rescate tras la foto de rigor con papá y su premio.

Después llegó la acción. Y Mallorca, la victima de turno, se plantó en el Camp Nou con un dato alarmante: Messi le había marcado 12 goles en 12 partidos. Ahora son 15 gritos en 13 encuentros. 

Las buenas intenciones que había mostrado en el arranque el conjunto que este año ascendió a la Liga quedaron aplastadas por una contra letal, un golazo de punta a punta, que necesitó de apenas dos jugadores del Barcelona para abrir el marcador. Ter Stegen sacó rápido y lanzó un pelotazo perfecto para poner a Griezmann a correr. Y el francés que arrancó en el círculo central, se metió en el área y definió con jerarquía por encima de Manolo Reina. 

Iban 7 minutos, el Barsa no había siquiera mostrado sus cartas, y ya tenía hecho el trabajo más difícil. Con el trámite abierto, fue todo placer. Cada ataque local era una combinación exquisita en la que iban sumando eslabones mientras avanzaban al arco rival.

El descuento de Ante Budimir para el Mallorca quedó atrapado entre los dos golazos de Messi (dos zurdazos desde la puerta del área que se incrustaron contra el poste derecho), fue apenas un espasmo en medio de una actuación del Barcelona de antes, el de aquellos partidos memorables con Guardiola en el banco.

Si lo de Messi había sido soberbio, lo de Suárez en el cierre de la primera parte estuvo a la altura. El uruguayo quedó de espaldas al arco en el corazón del área e imaginó un golazo. Sólo él pudo confiar en tirar un taco y clavarla al ángulo. Y lo hizo.

En ese contexto, el complemento presentaba poco atractivo. Entregó algo difícil de hallar: un error de Ter Stegen, que calculó mal y dejó el arco servido para el segundo descuento de Budimir. Yregaló otro triplete de Messi, que sobre el final, entró al tranquito al área, recibió el toque de Arturo Vidal, definió con un latigazo arriba y salió a festejar con la serenidad del deber cumplido.

Un Balón de Oro y otro de cuero se llevó Messi. Del trabajo a su casa. Con Barcelona en la cima del torneo. Una semana más en su vida.