Sociedad

Lunes 19 de Abril de 2021 - Actualizada a las: 21:04hs. del 19-04-2021

VIDEO VIRAL

"Tuve miedo de morirme, y puse las cuentas en orden para mi hija"

Mercedes tiene 53 años y trabaja en un hospital de Quilmes. Su video recorrió las redes luego de las manifestaciones en contra de las nuevas restricciones. Su sensibilidad y furia esconden un pasado de faltas, sufrimiento y ausencias.



La vida de millones de personas afectadas por la pandemia muta tan rápido como el virus. Y en ese vertiginoso paso de los días ni siquiera la muerte - que debiera ser lo más disruptivo de la vida- deja lugar para mirar de cerca.

Mercedes, una médica que trabaja en Quilmes, sí logró poner una lupa sobre lo más cruel del COVID-19. Su video con voz desesperada, al borde del quiebre, se viralizó en las redes sociales luego de las protestas de algunos ciudadanos ante las restricciones impuestas por Alberto Fernández.

Sus palabras sonaron como un bombardeo: “colapso”, “angustia”, “bicho”, “médicos”, “familias desechas”, “casos que se multiplican”, “tratamiento”, “saturados”. “¿Y hay quién sale a cacerolear porque no puede ir a tomar una cerveza a la noche?”.

Ordenar las cuentas por si hay muerte

Al inicio de la pandemia, el miedo la alertó y por dos meses no vio a su hija de 20 años. Y los recaudos fueron creciendo. Ordenó las cuentas para dejarle dinero por si el “bicho” le tocaba a ella mientras atendía a alguno de los pacientes de la obra social donde trabaja como médica generalista de atención primaria.

“Tuve miedo de morirme, estuve dos meses alejada de mi hija y puse mis cuentas en orden para que a ella le quedara lo poco que tengo por si me pasaba algo. ¿Entendés?”, cuenta en diálogo con minutouno.com. Luego, se le quiebra la voz, y continúa: “Porque no sabíamos... Después dije me voy a cuidar todo lo que puedo y tomaba los recaudos y más. Me descalzaba a la entrada de mi casa y a mi hija la hacía quedarse aislada en su cuarto. Luego yo me sacaba la ropa en el lavadero, me metía a la ducha, me cambiaba, metía la ropa al lavarropa y recién ahí la veía con máscara, doble barbijo y cofia”, describe.

Como muchas personas que construyeron un gran camino desmalezando trabas, Mercedes mira la realidad con esa sensibilidad mezclada con furia, tal vez, causante de la viralización de sus palabras. Trabaja desde los 14 años, su padre era analfabeto y en su casa se comía carne una sola vez por semana. Fue madre cuando cursaba la residencia. Eran 36 horas de guardia sin ver a su hija, con una pareja ausente, un sueldo justo y el posterior reconocimiento de sus compañeros que la eligieron como jefa.

De la carencia a la falta de vida

“Viví una vida de mucha carencia”, sostiene Mercedes. “Ahora ya no tengo vida”, dice minutos después.

“En enero me tomé 15 días que tenía de 2019, y me quedé en mi casa porque mi hija quería irse, pero me pareció irresponsable, aunque estaba vacunada. Vivo en un departamento de 55 metros cuadrados. No tiro manteca al techo, no me falta nada, tengo un lugar calentito y un techo, pero dije no me voy... Porque le pasa algo a mi hija o a mí y la dejo varada. Pensé que podíamos llevar de acá para allá el virus y entonces no lo hice. Pero igual, en mi casa no pude parar de estar pegada a la pantalla, actualizándome, estudiando y concientizando en Twitter, que es la red que encontré desde un anonimato”, relata.

Estar pegada a la pantalla también significa atender los llamados desesperados de personas que no encuentran médicos. “Ahora ya no tengo vida porque tengo amigos, conocidos, familia, que me llaman por conocidos de conocidos para ver qué pueden hacer porque no encuentran camas o no tienen seguimiento. Es imposible atender así”, reclama.

 

Mientras los terapistas intentan salvar vidas con todo el recurso humano y sanitario posible, en su microclima del consultorio la atención, a menudo, se vuelve básica. Y a más de un año de pandemia, el camino allí es inverso: empezar de cero; repetir que hay que lavarse las manos; decir cómo se usa el barbijo.

“Me indigna, porque es fácil decir que la gente no acata cuando culpás a alguien que tal vez no comprende. Porque todos los días tengo 30 minutos de consulta 15 me lleva explicarle como usar el barbijo y lavarse las manos. Y entiendo que no lo entiendan porque no todos tienen todos los recursos ni se entienden los mensajes tan simples”, reconoce.

Cerca del mediodía, se empiezan a ver los padres en las veredas llevando a los niños de uniforme al colegio. Mientras tanto, Mercedes esboza: “Ahora, que alguien de clase media acomodada, o media alta no pueda ver esto y se preocupe porque no puede ir a cenar, salir después de las ocho o a tomar una cerveza…”.

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