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Miércoles 21 de Julio de 2021

EXTRAÑO

El pueblo en España donde "todos" se llaman Japón

La expedición japonesa Keicho se asomó en 1614 a las costas de del Guadalquivir, a 15 km de Sevilla, y cambió su destino para siempre.    


Pudo haber sido por pereza, pecado capital que un párroco no se debería haber permitido jamás. Pereza o impericia, una falta venial que no le cerraría las puertas del cielo a nadie. Porque parece que en Coria del Río, un pueblo andaluz a 15 kilómetros de Sevilla, España, el párroco de turno multiplicó un apellido sin raíces españolas, desde mediados del siglo XVII, en las actas de bautismo de aquellos recién nacidos que llegaban a upa de papás japoneses con apellidos imposibles de traducir al alfabeto latino.

Te llamarás Japón, los habrían bautizado como Jesús llamó Pedro a Simón. Hoy, en Coria, quedan unos 700 Japón.

Eso dice una leyenda popular en este pueblo de 30 mil vecinos en el que más de uno se siente descendiente de samurais y se prepara para seguir a distancia los Juegos Olímpicos que están por comenzar como si se celebraran en su tierra natal.

 

Sin épica y por 4,90 euros, una barcaza cruza de una orilla o a la otra del Guadalquivir a motoqueros y autos apurados que recrean aquel desembarco histórico que, hace siglos, mutó el ADN de estos andaluces e instaló el apellido Japón en el pueblo: el de la expedición japonesa Keicho que, en 1614, se asomó a las costas de Coria y cambió su destino.

Capitaneada por el samurái Hasekura Tsunenaga, la comitiva había partido desde Sendai, en Japón, con avidez por llegar a España y cerrar trato comercial con el rey Felipe III para luego seguir viaje a Italia.

Fue la primera incursión diplomática de Japón en Occidente.

Hasekura, que hoy es venerado en Coria como un dios pagano, había partido de Sendai en 1613 junto a otros samuráis, comerciantes y marinos, muchos de los cuales se enamoraron de la amabilidad andaluza, y de sus mujeres, y nunca más volvieron a casa.

La intención era llegar hasta Sevilla pero, como el riesgo de encallar en sus costas era grande, hicieron puerto en Coria del Río donde hoy hay bares, peluquerías y herboristerías con carteles escritos en español y en japonés, por las dudas.

“¿Por qué pararon aquí? Los 100 kilómetros del río desde Sevilla hasta la desembocadura hacía curvas muy grandes y, en invierno, el río de desbordaba y cuando las aguas volvían a su cauce, dejaban mucho lodo. Por eso se detuvieron en Coria”, cuenta a Clarín Juan Manuel Suárez Japón, catedrático de Geografía Humana de la Universidad Pablo de Olavide y ex rector de la Universidad Internacional de Andalucía.

 

 

 

Suárez Japón, vecino de Coria que cuenta con una plaza que lleva su nombre junto al colegio Asunción de Nuestra Señora, da algunas precisiones sobre la histórica expedición: “La carta que trajo Hasekura, la metieron en un tubo de metal y estuvo perdida hasta 1852. Traían también una espada, una katana, que se perdió”, cuenta el ex rector que está por publicar una novela histórica sobre el tema: “La katana perdida”.

Los lazos

El ex rector dice que fue su primo hermano, Virginio Carvajal Japón, quien tenía datos de los anales que ayudaron a desempolvar, recién en los ’80, el hilo rojo que une a Coria del Río con Sendai.

 

 

 

Virginio tenía una tienda de repuestos para autos y bicicletas. Y cada vez que algún japonés se acercaba al pueblo en busca de rastros, la respuesta era siempre la misma: “Vaya usted a la tienda de repuestos”.

Suárez Japón no comparte la teoría según la cual el apellido Japón cristalizó entre los corianos como un modo de simplificar a la hora de inscribir a los chicos.

“Los apellidos topónimos aluden siempre a la procedencia de la persona”, opina.

 

 

 

Y agrega: “En 1549 se publicaron las cartas de San Francisco Javier, el primer jesuita que puso pie en Japón. Allí se refiere a un nativo como un “xapón”, con equis. Lo importante es que ese apellido anida aquí”. Todavía quedan en Coria 12 personas que se llaman Japón Japón.

“Hace años, vino aquí un profesor de la Universidad de Nagoya, Yamamoto San, porque quería hacer un estudio de ADN de los Japón de aquí y de los de la zona de Sendai, de donde partió la expedición -recuerda el catedrático-. Me pidió ayuda para sacarle sangre a los Japón y le dimos un centenar de muestras. A los dos años vino, reunió a los Japón a los que les habíamos sacado sangre y dijo que no podía decir que la genética nos uniera”.

 

 

 

“Pero a mí me gusta tomar las palabras de un genetista español cuando dijo que el lazo cultural y afectivo es más fuerte que el ADN”, siente Suárez Japón.

Las tradiciones

Coria del Río es el único lugar del mundo, fuera de Japón, donde se celebra la tradición del Toro Nagashi, la fiesta de esos farolitos de papel con velas que se arrojan al río para que las almas de los difuntos, que en aquellos días bajaron a tierra para ser honradas, encuentren su camino de regreso al cielo.

Y el único municipio en el que un vecino, Francisco Bizcocho, mezcló el sake japonés con el arroz con leche andaluz e inventó una bebida espirituosa -el Keicho Sake-, que en tiempos pre pandemia llegó a exportar unas 30 mil botellas al año y que, después de la tercera copa, hace sentir emperador a cualquiera.

 

 

 

Como lo recreó en 2019 “Los Japón”, la película que se filmó aquí y en la que el actor español Dani Rovira es Paco Japón, un vecino de Coria al que vienen a buscar desde Tokio cuando descubren que es el heredero al trono nipón.

En la puerta del Ayuntamiento, sobre la calle Cervantes, junto a las banderas española y andaluza, flamea una japonesa. Allí está desde 2013, cuando el por entonces príncipe heredero al trono imperial de Japón y hoy emperador, Naruhito, visitó la tierra de los Japón para conmemorar los 400 años de la expedición Keicho.

Meses después, Coria tuvo de huésped de honor al diseñador Kenzo, que plantó un cerezo (sakura) en el Parque Carlos de Mesa del pueblo, una de las atracciones para quienes lo visitan hoy.

 

 

 

“Decidimos dejar la bandera en el Ayuntamiento como rastro de hermandad, de familiaridad”, cuenta a Clarín el alcalde de Coria del Río, Modesto González.

“Lo más importante de nuestra relación con Japón es la familiaridad. Tenemos lazos ancestrales. Para los andaluces la familia es importante pero para los japoneses todavía más”, subraya. “Entre el 60 y el 70 por ciento de los corianos, en su árbol genealógico, han tenido en algún momento el apellido Japón", cuenta el alcalde.

Los carteles

“Estamos intentando introducir el idioma -agrega-. Si pasea por Coria, verá que hay negocios con sus rótulos en japonés también. Y hay colegios en Coria con sus aulas rotuladas con nombres de ciudades japonesas”.  En 2019, apenas aterrizó en España como nuevo embajador de Japón, Hiramatsu Kenji también pasó por Coria. Fue su primer viaje institucional, como si fuera indispensable contar con la bendición de los corianos para legitimar sus credenciales diplomáticas.

La liturgia japonesa en Coria tiene relato propio y mojones en el pueblo que todo curioso o apasionado por rastrear las huellas niponas en tierras andaluzas no se puede perder: como una parada ante la estatua de Hasekura, que mira al río con fiereza y melancolía, como si hubiera intuido que parte de su tropa no desandaría el camino de vuelta a Japón con él.

 

 

 

El itinerario incluye la Plaza del Rocío y la parroquia de Santa María de la Estrella, donde el párroco desempolva la partida de bautismo de la primera coriana con el apellido Japón ante cada visitante ilustre.

En el cementerio de Coria, las lápidas de los nichos son de mármol blanco. Allí, los familiares de los difuntos mandan a esculpir nombres, fechas y leyendas. No hay casi corredor al aire libre en el que, en ese elenco ya sin vida, no figure un Japón. O un Japón Japón, fiel a la tradición española de utilizar el apellido paterno y luego el materno.

Y aunque ya pasaron más de 400 años de aquella gesta que unió las dos geografías, el imaginario colectivo de Coria sigue coqueteando con que esa hermandad con Japón se convierta, algún día, en una fuente de recursos para el pueblo. “Muchos esperan que vengan aquí los japoneses, pongan la Toyota y acaben con el paro (la desocupación)”, reflexiona, con honestidad brutal, un vecino del pueblo.

Clarín

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